A veces nos cuesta más de lo debido gestionar nuestras emociones, interpretar lo que sentimos o lo que pueden llegar a sentir los que nos rodean. Cuando se trata de entender lo que nos pasa "por dentro", a menudo nos hacemos un lío, nos acobardamos o nos lanzamos al vacío con bastante torpeza y malos resultados.
La educación emocional es una de nuestras asignaturas pendientes. Es cierto que continuamente se le exige a las escuelas la asunción de nuevas responsabilidades y demandas que a veces nos agobian y sobrepasan. Pero en una sociedad en continua ebullición, no nos queda otra que adaptarnos y ofrecer nuestros medios para contribuir al desarrollo integral y completo de nuestro alumnado. La convivencia diaria con los niños y niñas de mi aula me dejan ver que más allá de los contenidos curriculares, urge que les ayudemos a ir tomando conciencia de lo que sentimos y sienten los demás y a saber expresarlo a través del lenguaje verbal y no verbal. Estrategias pequeñas para la gran meta que será la de formar futuros adultos emocionalmente estables, hábiles y felices.
Y vosotros me diréis, ¿y todo esto puede lograrlo un libro de verduras con caritas? Pues sí. Creo en la magia de los libros, pero más en la semilla que es capaz de sembrar en cada uno de nosotros. Y este ejemplar del aula de recursos nos ayudará en este empeño.
Carmen Rodríguez